sábado, 17 de diciembre de 2011

BARRIOS PORTEÑOS, IDENTIDAD Y LITERATURA


¿Dónde está la identidad de los barrios porteños? Murió. Murió aplastada por los edificios.
Los barrios perdieron identidad aplastados por los edificios. Perdieron magia en manos del GPS, ya no tiene gracia perderse en Parque Chás. Perdieron música, porque todos los motores de los autos hacen el mismo ruido y tapan los sonidos de los pájaros, de la iglesia y del taller mecánico de Cacho. Perdieron luz, al menos para los que viven por debajo del piso dieciocho. Ya sé, ya sé, ahí salen los últimos privilegiados: los de Villa Pueyrredón, los de Villa Luro, y nos enrostran que ellos todavía ven el sol sin que ningún edificio se los tape. A los que no tenemos ese privilegio ya nos dan pocas ganas de salir a disfrutar las calles del barrio, mejor nos quedamos adentro.
La nueva literatura habla del hombre solo, de la incomunicación con los otros. ¿Qué es hoy comunicarse? El celular, el chat, el Facebook y el Twitter. Antes comunicarse era ir al café de la esquina, ese que ahora es un restó, o ir a la plaza, esa que ahora está enrejada. La gente salía a la calle y charlaba con el vecino. Ahora salen para dejar afuera la caca de los perros y las bolsas de basura. Lindo festín se puede hacer un sicólogo con eso de que las calles se usan, sobre todo, para dejar desperdicios.
Para hablar del barrio, muchos escritores tienen que recurrir al recuerdo de infancia, cómo jugaban a la pelota en algún baldío (hoy no hay terrenos baldíos, en cada metro cuadrado se construye algo), o cómo conocieron a su primera novia en el club del barrio. O pueden recuperar algún rincón todavía olvidado por las empresas constructoras, e instalar allí algún relato de misterio. Y cuando ya no les quedan rincones misteriosos, solo les queda internarse en los misterios de las psiquis.
Por último, se perdieron los límites barriales, las fronteras territoriales que dan esa sensación única de pertenencia a un lugar. Una vivió toda la vida en Palermo, ni Chico, ni Hollywood, ni Soho, ni Queens: Palermo a secas. Ahora se extendió tanto que habrá que decir, como ese oyente que firmó su mensaje: Héctor, desde la ciudad de Quilmes,  Graciela: desde la internacionalísima y cosmopolita ciudad de Palermo.

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